ilustración de Anita Jeram
En el año 2011 la organización hospitalaria
Méderi dio inició al programa de biblioterapia Leer para sanar, con el
propósito de generar nuevas oportunidades de dialogo, entretenimiento y acceso
a materiales de conocimiento a los pacientes y a sus acompañantes durante su
estadía en los dos centros hospitalarios que administra en Bogotá.
El hospital en el que trabajo tiene el máximo
nivel de servicios hospitalarios. Es común pasar de una habitación a otra y
encontrar poblaciones con diferencias de edades tan grandes que van desde
madres con sus recién nacidos, para luego compartir con pacientes de edades
avanzadas.
Una de las historias que registré en mi diario
personal, la vivencié al comenzar el programa. Ese día estaba recorriendo el
quinto piso del hospital, pasando por cada habitación realizando préstamos de
libros y leyendo en voz alta con las personas interesadas. En una de las
habitaciones me encontré a la señora Jessica acunando a Matías, su pequeño bebé
de dos días de nacido. Al ver nuestro carro portalibros y escuchar del servicio
de Leer para sanar, Jessica expresó su deseo por leerle un cuento a Matías. Escogió
un libro de cuentos ilustrados y le comenté que pasaría al medio día a recogerlo.
Sin embargo al pasar dos horas después, Jessica me contó que no había tenido
tiempo de leer, ya que Matías había estado muy inquieto y triste. En ese
momento, los dos se encontraban
acompañados por don Gelber, su esposo, que cargaba y consentía con delicadeza a
su hijo. Yo recibí el libro prestado, les comenté que no había ningún problema
y salí de la habitación. Sin embargo algo en mi interior hizo que desandará los
pasos y les preguntará si querían que les leyera un cuento a los tres. Gelber
miró asombrado a Jessica que acostada en la cama dio su permiso para hacer la
lectura en voz alta del libro más “pequeño” de la colección de Leer Para Sanar.
Así que regresé con “Adivina cuanto te quiero”, un cuento ilustrado editado en
formato gigante, que tiene medio metro de altura y me entregué a compartir las
palabras de Sam McBratney y las ilustraciones de Anita Jeram. Fue muy interesante
observar las diferentes expresiones que los padres mostraban al seguir cada una
de las expresiones de afecto de las dos liebres color avellana, con las que se
reían o se asombraban ante giros inesperados. Durante todo el tiempo Matías
estuvo quieto mirando a su papá, que hablaba y observaba con atención tanto al libro, como a su hijo.
La lectura finalizó y me despedí de la familia,
a lo que ellos respondieron con un agradecimiento.
Ese día, al sentarme a escribir en el diario de
registros, fui conciente que esa mañana Matías realizó dos formas de lectura,
la primera fue la narración del libro, pero la segunda y más importante, fue la
que hizo del rostro, la voz y las caricias de su padre, que todo el tiempo
escuchó el relato y lo compartía afectivamente con su hijo. Por esto, me sentí honrado en participar de las primeras
experiencias de lectura de esta familia, que podrán guardar en su memoria como
el primer “gran” libro que compartieron juntos.
Este programa, ejecutado en convenio entre Méderi y Fundalectura, abarca la adquisición, organización, conservación y suministro de materiales y servicios bibliotecarios que pueden, conforme a las necesidades de cada paciente, contribuir a la atención integral para su recuperación, dar seguridad y alivio a su pérdida de autonomía, contribuir al mejoramiento de su rendimiento cognitivo y funcional, evitar la desconexión del entorno y fortalecer las relaciones sociales.
La función principal de “Leer para sanar” radica en la posibilidad de facilitar libros de distintas temáticas a pacientes y visitantes para que su estadía en nuestros hospitales sea más confortable, amena y provechosa.
Inicialmente “Leer para sanar” va dirigido a los pacientes que se encuentran en los pisos de hospitalización de los hospitales Méderi. En cada sede se ha estructurado un espacio para el almacenamiento del material y se capacitó a tres promotores (dos para el Hospital Universitario Mayor y uno para el Hospital Universitario de Barrios Unidos) quienes se desplazarán por los pisos ofreciendo a pacientes y familiares la posibilidad de un acompañamiento a través de un libro.
Para conocer mejor el Programa Leer Para Sanar de Méderi y ver la charla de inauguración del poeta y escritor Juan Gustavo Cobo Borda pueden visitar:
Foto de Claudia Rubio /EL TIEMPO
Tres bibliotecas rodantes ayudan a "sanar" a los enfermos
Se pasean por los pasillos de los hospitales para subir los ánimos a través de la lectura.
Adriana*, de unos 50 años, escuchó con atención las letras de Dorotea y Miguel, un cuento infantil que la hizo olvidarse las camas de hospital, los médicos y la dura enfermedad que estaba viviendo. Quien le leía en voz alta cerró el libro y se despidió.
Unos metros adelante, el promotor de lectura escuchó el código azul, que alertaba del paro respiratorio de la paciente. Ese fue el último día en que Adriana estuvo en la tierra y Dorotea y Miguel, de la ilustradora Keiko Kasza, su última lectura.
Al día siguiente, Robertson Alvarado, el promotor de lectura, siguió impulsando el carrito de libros y visitando a los pacientes más críticos, pero esta vez con la convicción de que había logrado que los últimos minutos de Adriana fueran menos dolorosos.
Con ese objetivo, desde hace seis meses, tres carritos con las letras de Jairo Aníbal Niño, Daniel Samper Pizano y hasta José Saramago, entre otros autores, se reparten "como la medicina para el alma" de los pacientes del Hospital Universitario Mayor (antiguo San Pedro Claver) y el Hospital Universitario Barrios Unidos.
La escena del jueves pasado, en el sexto piso del Hospital Universitario Mayor, fue distinta. María Paula, de 12 horas de nacida, escuchaba abrazada a su papá El tigre y el rayo, su primera lectura.
En una habitación conjunta, Miryam Cortés, conectada a una bala de oxígeno, reía cada vez que a Margoire Pacheco, la promotora, se le enredaban las palabras con los trabalenguas de un libro con llamativas imágenes.
"En un hospital, los pacientes enfrentan condiciones difíciles y con Leer para sanar logramos que su estadía en este lugar sea más grata", explicó Orlando Jaramillo, presidente del Grupo Méderi y promotor de la iniciativa.
En seis meses, más de 5.200 lecturas han hecho sonreír a pacientes que no lo hacían y "logra interrumpir esos duelos interminables que viven los pacientes cuando llevan semanas y hasta meses en una cama", contó Paola Araque, terapeuta ocupacional.
* Nombre cambiado
Unos metros adelante, el promotor de lectura escuchó el código azul, que alertaba del paro respiratorio de la paciente. Ese fue el último día en que Adriana estuvo en la tierra y Dorotea y Miguel, de la ilustradora Keiko Kasza, su última lectura.
Al día siguiente, Robertson Alvarado, el promotor de lectura, siguió impulsando el carrito de libros y visitando a los pacientes más críticos, pero esta vez con la convicción de que había logrado que los últimos minutos de Adriana fueran menos dolorosos.
Con ese objetivo, desde hace seis meses, tres carritos con las letras de Jairo Aníbal Niño, Daniel Samper Pizano y hasta José Saramago, entre otros autores, se reparten "como la medicina para el alma" de los pacientes del Hospital Universitario Mayor (antiguo San Pedro Claver) y el Hospital Universitario Barrios Unidos.
La escena del jueves pasado, en el sexto piso del Hospital Universitario Mayor, fue distinta. María Paula, de 12 horas de nacida, escuchaba abrazada a su papá El tigre y el rayo, su primera lectura.
En una habitación conjunta, Miryam Cortés, conectada a una bala de oxígeno, reía cada vez que a Margoire Pacheco, la promotora, se le enredaban las palabras con los trabalenguas de un libro con llamativas imágenes.
"En un hospital, los pacientes enfrentan condiciones difíciles y con Leer para sanar logramos que su estadía en este lugar sea más grata", explicó Orlando Jaramillo, presidente del Grupo Méderi y promotor de la iniciativa.
En seis meses, más de 5.200 lecturas han hecho sonreír a pacientes que no lo hacían y "logra interrumpir esos duelos interminables que viven los pacientes cuando llevan semanas y hasta meses en una cama", contó Paola Araque, terapeuta ocupacional.
* Nombre cambiado