Portada de Ediciones Siruela, tomada de ojanguren
El estado de Israel tal
como lo conocemos hoy en día a pasado por diversos periodos de conflicto en la
historia contemporánea, uno de ellos fue el mandato de Gran Bretaña en Palestina
que se extendió veinticinco años (de 1922 a 1947). Amos Oz nos presenta en la novela
“Una pantera en el sótano” las reflexiones de un hombre que recuerda su vida en
Jerusalén cuando tenía doce años y vivía con sus padres, dos polacos
sobrevivientes del holocausto Nazi. “Profi”, apodo del joven protagonista de la
historia, pasará por una serie de acontecimientos que lo llevaran a compartir
el verano de 1947 con un oficial de la policía británica con el cual terminarán
forjando una singular amistad gracias al intercambio de saberes del idioma de
cada uno (inglés y hebreo) y con la cual aprenderá que los conflictos de su
país pueden tener muchos más puntos de vista de los que le han presentado en su
comunidad.
Dos temas sobresalen en
la novela de Amos Oz: Primero, Las relaciones interculturales, que lejos de
separar a las personas, logran generar dialogo y reflexión acerca de lo que se
está viviendo; y segundo, el valor que se encuentra en las personas que son
autenticas, a pesar de vivir en un mundo mezquino, ya que si profundizamos en
el carácter de estos individuos, nos encontraremos con una historia que los
impulso (en esa historia encontraremos a Dios, a los padres y a los amigos) a
ser ellos mismos. Estos dos valores son algo que deseamos para nosotros mismos
y para nuestros seres amados.
Amos Oz nació
en 1939 en Jerusalén (Israel) descendiente de una familia de emigrantes rusos
y polacos. En 1954, entró en el kibutz Julda. Mientras estudiaba Literatura y Filosofía en la Universidad Hebrea de Jerusalén, entre 1960 y 1963, publicó sus primeros cuentos cortos.
Estudió también en la Universidad de Oxford. Desde 1991
es miembro de la Academia del Idioma Hebreo. Participó
en la Guerra de los Seis Días y en
la Guerra de Yom Kiour y fundó
en los 70, junto a otros, el movimiento pacifista
Shalom Ajshav ("Paz
Ahora"). Amos Oz ha recibido diferentes premios, entre ellos se destacan el Goethe y el Príncipe de Asturias de las Letras
en el año 2007. Con la novela "Una pantera en el sótano" Amos Oz recibió el Premio Israel de Literatura en 1988, el cual generó mucha polemica en su país.
Lectura recomendada:
Pueden leer una entrevista a Amos Oz en la que habla de su novela "Una pantera en el sótano" en el sigueinte enlace:
En Biblored pueden encontrar "Una pantera en el sótano" con la siguiente clave de autor:
A-N OZAB
Discurso de Amos Oz, Premio Príncipe de Asturias de las Letras - 2007
Oviedo, 26 de octubre de 2007
La mujer de la ventana
Si adquieres un billete y viajas a otro país, es posible que veas las
montañas, los palacios y las plazas, los museos, los paisajes y los
enclaves históricos. Si te sonríe la fortuna, quizá tengas la
oportunidad de conversar con algunos habitantes del lugar. Luego
volverás a casa cargado con un montón de fotografías y de postales.
Pero, si lees una novela, adquieres una entrada a los pasadizos más
secretos de otro país y de otro pueblo. La lectura de una novela es una
invitación a visitar las casas de otras personas y a conocer sus
estancias más íntimas.
Si no eres más que un turista, quizá
tengas ocasión de detenerte en una calle, observar una vieja casa del
barrio antiguo de la ciudad y ver a una mujer asomada a la ventana.
Luego te darás la vuelta y seguirás tu camino.
más información
Pero como lector no sólo observas a la mujer que mira por la ventana,
sino que estás con ella, dentro de su habitación, e incluso dentro de su
cabeza.
Cuando lees una novela de otro país, se te invita a
pasar al salón de otras personas, al cuarto de los niños, al despacho, e
incluso al dormitorio. Se te invita a entrar en sus penas secretas, en
sus alegrías familiares, en sus sueños.
Y por eso creo en la
literatura como puente entre los pueblos. Creo que la curiosidad tiene,
de hecho, una dimensión moral. Creo que la capacidad de imaginar al
prójimo es un modo de inmunizarse contra el fanatismo. La capacidad de
imaginar al prójimo no sólo te convierte en un hombre de negocios más
exitoso y en un mejor amante, sino también en una persona más humana.
Parte de la tragedia árabe-judía es la incapacidad de muchos de
nosotros, judíos y árabes, de imaginarnos unos a otros. De imaginar
realmente los amores, los miedos terribles, la ira, los instintos.
Demasiada hostilidad impera entre nosotros y demasiada poca curiosidad.
Los judíos y los árabes tienen algo en común: ambos han sufrido en el
pasado bajo la pesada y violenta mano de Europa. Los árabes han sido
víctimas del imperialismo, del colonialismo, de la explotación y la
humillación. Los judíos han sido víctimas de persecuciones,
discriminación, expulsión y, al final, el asesinato de un tercio del
pueblo judío.
Cabría suponer que dos víctimas, y sobre todo dos
víctimas de un mismo perseguidor, desarrollarían cierta solidaridad
entre ellas. Desgraciadamente las cosas no son así, ni en las novelas ni
en la vida real. Por el contrario, algunos de los conflictos más
terribles son aquellos que se producen entre dos víctimas de un mismo
perseguidor. Los dos hijos de un progenitor violento no tienen por qué
amarse necesariamente. Con frecuencia ven reflejada el uno en el otro la
imagen del cruel progenitor.
Exactamente así es la situación
entre judíos y árabes en Oriente Medio: mientras los árabes ven en los
israelíes a los nuevos cruzados, la nueva reencarnación de la Europa
colonialista, muchos israelíes ven en los árabes la nueva
personificación de nuestros perseguidores del pasado: los responsables
de los pogroms y los nazis.
Esta realidad impone a Europa una
especial responsabilidad en la solución del conflicto árabe-israelí: en
lugar de alzar un dedo acusador hacia una u otra de las partes, los
europeos deberían mostrar afecto y comprensión y prestar ayuda a ambas
partes. Ustedes no tienen por qué seguir eligiendo entre ser
pro-israelíes o pro-palestinos. Deben estar a favor de la paz.
La mujer de la ventana puede ser una mujer palestina de Nablus y puede
ser una mujer israelí de Tel Aviv. Si desean ayudar a que haya paz entre
las dos mujeres de las dos ventanas, les conviene leer más acerca de
ellas. Lean novelas, queridos amigos, aprenderán mucho.
Las
cosas irían mejor si también cada una de esas dos mujeres leyese acerca
de la otra, para saber, al menos, qué hace que la mujer de la otra
ventana tenga miedo o esté furiosa, y qué le infunde esperanza.
No he venido esta tarde a decirles que leer libros vaya a cambiar el
mundo. Lo que he sugerido es que creo que leer libros es uno de los
mejores modos de comprender que, en definitiva, todas las mujeres de
todas las ventanas necesitan urgentemente la paz.
Quiero
agradecer a los miembros del jurado del premio Príncipe de Asturias que
me hayan otorgado este maravilloso Premio. Muchas gracias y mis mejores
deseos a todos ustedes. Shalom u-brajá.
Traducción del hebreo de Raquel García Lozano. Publicado originalmente en el periódico El País: cultura.elpais.com