"El mundo sólo ofrece un
intenso deseo por el placer físico,
un deseo insaciable por todo lo que
vemos y el orgullo de
nuestros logros y posesiones. Nada de eso proviene
del Padre,
sino que viene del mundo"
Primera carta del Ápostol Juan, capítulo 2, verso 16
El corazón me latía a un ritmo desesperado, una opresión en mi pecho hacía difícil la respiración, la cabeza... la tenía inundada de imágenes y sensaciones, ideas y pensamientos. Para volver a recuperar las funciones de mi cuerpo y de mi mente, tuve que tomarme un buen tiempo a oscuras y esperar. Esta experiencia de vida fue producto de la lectura de la novela "Gravedad artificial", del escritor norteamericano Matthew Anderson, una obra que agitó todo mi ser, y me dejó muchos interrogantes acerca de mi vida y del entorno con el que me relaciono todos los días.
Y ¿de qué trata "Gravedad Artificial"?
Un
grupo de jóvenes viaja a un lugar lejano a disfrutar de sus vacaciones. Allí
realizan algunas actividades como ver televisión, escuchar música, comprar todo
tipo de productos de moda o comunicarse por medio de mensajes online. Todo esto
se puede decir que es cotidiano, sin embargo la novedad del enfoque del
escritor Matthew Anderson, es tomar estas actividades y mostrarlas en una
sociedad que ha alcanzado un desarrollo tecnológico con el cual se puede ir a la Luna de vacaciones y en el
que ya no es necesario tener un computador que se manipule con las manos, porque
los ciudadanos pudientes pueden tener un computador integrado al sistema
nervioso con el cual logran hacer su vida mucho más “fácil”. En esta novela de
ciencia ficción conoceremos la vida de Titus, un joven norteamericano que en sus vacaciones en
la Luna conoce a
Violeta una chica de su edad y con la cual empezará una relación afectiva que lo llevará a ver su vida y la de su entorno de una forma nueva.
¿Porqué recomiendo esta novela?
Cada una de las situaciones que
se observan en “Gravedad artificial” están llenas de significado y son generadoras de cuestionamientos a prácticas actuales como la comunicación
interpersonal, las relaciones sociales, el consumo de productos innecesarios,
la destrucción del medio ambiente y los valores culturales. Una obra que puede
darnos ideas para reflexionar y evaluar acerca de lo que vivimos en diferentes
campos de nuestro entorno.
¿Quién es Matthew Anderson?
Nació en
Cambridge, Massachussets en 1968. Estudio en la Universidad de
Harvard y en la
Universidad de Cambridge (Inglaterra). Trabajó en la Editorial Candlewick Press, en
donde publicó su primera novela. En la actualidad trabaja en Vermont College of Fine Arts, en donde ha ejerce el cargo de maestro
y miembro del concejo directivo. También es miembro del concejo administrativo
de la organización The National Children's Book and Literacy Alliance, que aboga en favor de la alfabetización, la literatura y las
bibliotecas para los niños y jóvenes. Su novela “Gravedad artificial” fue finalista
del National Book Award y hace parte de las listas de libros altamente
recomendados por diferentes organizaciones que promueven la lectura en Estados
Unidos. Matthew Anderson vive en la ciudad de Cambridge, Massachussets,
en donde continúa su trayectoria como escritor.
Entrevista a Matthew Anderson en la que habla de su novela "Gravedad artificial" publicada en “All about adolescent literacy”
"Tengo una novela de ciencia ficción llamada
“Gravedad artificial”, es acerca de un
futuro en el que todo el mundo tiene un chip implantado en su cabeza, que les
da acceso instantáneo a Internet. En cierto
modo, es una cosa realmente grande. Esto
significa que las personas pueden chatear entre sí sin tener que escribir nada
o, por supuesto, sin tener que hablar.
Los jóvenes pueden comprar cosas sin el uso de un computador, apenas con verlo a través del chip, lo piden y ya, se deducirá de su tarjeta de crédito o en realidad de la tarjeta de crédito de sus padres. Este mundo del futuro parece en algunos aspectos ser una utopía. Muchas veces cuando les hablo a los chicos acerca del argumento del libro, su primera reacción es, "¡Guau, que bien!", y muchos de ellos están realmente dispuestos a ir y adquirir un chip para su cerebro.
Pero lo que está sucediendo en el libro y lo que realmente creo si alguna vez se produce este tipo de tecnología en el mundo real, es que debido a la forma en que todo el tema se ha resuelto, se va a dar una inundación permanente de publicidad en Internet todo el tiempo en las cabezas de estos jóvenes y en las cabezas de todos. Así que como resultado, la población de la tierra se transformará en algo estúpido, porque todos serán bombardeados en sus cerebros por estas imágenes de lo que deberían ser, lo que deberían querer ser y lo que pueden comprar para convertirse en ese tipo de persona.
Incluso cuando yo era un adolescente, estaba furioso y creo que muchos de los adolescentes se vuelven locos por está manipulación, por que me enfurece la forma en que la totalidad de los medios de comunicación y el mundo de la publicidad tratan de exigir a los jóvenes que sean un cierto tipo de persona. Y el hecho de que tomen nuestras propias imágenes de lo más profundo de la conciencia y moldeen esas imágenes, es utilizar estos recursos personales como una especie de muñeco de vudú, en el que pueden clavar alfileres y generar un tipo de demanda de consumo, con la que solo podrás detener el dolor que te causa una vez que compres lo que te están vendiendo.
La premisa del mundo es “Si obtienes el tipo correcto de zapatos, vas a verte fantástico y luego alguien te amará por eso”. Te hacen sentir como si estuvieras marginado de lo mejor del mundo, pero sólo eres un marginado porque no escuchas la música adecuada que ellos promueven. Así que te llevan a comprar esto para que te sientas aceptado. Pero, nunca se acaba de comprar, porque ahora tienes que comprar la última novedad. Y así logran crear la necesidad para que consigas todo lo que ellos producen.
Así que ese tipo de cosas me hizo enfurecer mucho cuando era un adolescente y, por supuesto, cuando digo adolescente, estoy hablando de los años 80 y desde entonces las cosas han progresado enormemente. Las cosas se han vuelto mucho más complejas e integradas para que todas las formas de entretenimiento estén directamente relacionadas con otras formas de publicidad y de consumo. Y, francamente, creo que una de las cosas más importantes que los maestros puedan enseñar en este momento es el tema de la alfabetización de las imágenes, y no me refiero sólo a imágenes visuales, ya que también es importante la alfabetización de este nuevo mundo de la información que se está creando, porque ese es el ambiente que nuestros hijos van a vivir."
Inna's Corner
Gila Guy
Sociedad de consumo:
Una mirada desde la literatura y otras expresiones artísticas
Coincido con Matthew Anderson en la idea del importante papel que tienen los maestros en la educación audiovisual y en la lectura crítica que pueden desarrollar los chicos para tener mejores elementos a la hora de enfrentarse al mundo del deseo y consumo de productos intranscendentales promovidos por las multinacionales. Sin embargo, estoy seguro que esta labor educativa no se debe quedar como un esfuerzo aislado de la escuela, sino que debe estar articulada al papel de formación que hacen los padres en el hogar. Por esta razón, me tomé un tiempo para aportar algunos textos desde diferentes lenguajes que pueden leer los padres y los profesores, para desarrollar actividades en el hogar o en el aula, y así sumar un grano de arena a esta área de la formación de la identidad individual de los chicos.
Mafalda, creada por Quino
Violeta, una de las protagonistas de la novela
"Gravedad artificial" hace una reflexión del consumo de una gaseosa en una reunión
con los amigos de su novio, la cual es un buen ejemplo de una de las ideas que desarrolla Matthew Anderson en su libro en la que crítica el consumo descontrolado de productos artíficiales en la sociedad actual:
"A veces trato de recordar la primera vez que bebí coca cola, porque me debió doler, pero no me acuerdo. ¿Cómo es que nos empezó a gustar? si algo es un gusto adquirido, ¿cómo empiezas a adquirirlo? Para el caso, ¿quién me dio la primera coca cola? ¿Mi papá? no creo. ¿Quién prodría darle coca cola a un niño y pensar "su primera coca cola. Estoy tan orgulloso" ?. ¿Cómo es que empezamos?"
(Anderson, pg. 110)
Las reflexiones acerca de la sociedad de consumo son tratadas por diferentes investigadores y escritores. En la siguiente columna de opinión del escritor y periodista colombiano Óscar Collazos encontraremos una profunda reflexión de las relaciones que existen entre la publicidad y el consumo de productos por parte de niños y jóvenes:
Niños y consumidores
Por Óscar Collazos.
¿Han escuchado ustedes a niños que se aprenden de memoria los anuncios que ven en la televisión? ¿Los han escuchado cantar la música fácil y pegajosa de algún anuncio, repetido incesantemente para que se grabe como tatuaje en la memoria?
Frente a la tele, los niños no solo consumen entretenimiento. Tragan imágenes publicitarias. Es posible que, al principio, un niño no sepa separar el relato recreativo de las pausas comerciales. Si se le programaran horas de sugestivas promociones publicitarias, editadas con los efectos tecnológicos de, por ejemplo, los dibujos animados, el niño convertiría aquellas imágenes en otra forma de entretenimiento.
Cuando los niños consiguen separar las imágenes del entretenimiento de las imágenes de la publicidad, ya han hecho el rápido aprendizaje que los convierte en consumidores. El mundo de los deseos representado en la pantalla está fuera, esperando en las vitrinas de los almacenes. La publicidad, ese maestro insidioso y recursivo, se ha instalado en casa como el enemigo más sutil del presupuesto y la armonía familiar.
La publicidad que acompaña las imágenes del espectáculo televisivo no se limita a fabricar deseos entre sus jóvenes espectadores. Les repiten que el deseo puede satisfacerse, que de la satisfacción de ese deseo (tener esas zapatillas, ese morral, esa camiseta de marca) dependen muchas cosas: la identidad personal, las relaciones con los demás, el lugar que ocuparán en la sociedad, la manera como serán mirados, aceptados o rechazados.
Patrones de la moda, patrones de belleza, patrones del gusto. Cada uno de los capítulos –omnipresentes en los anuncios del espectáculo televisivo y los medios de comunicación de masas– ha tenido muchas veces un desenlace trágico. Resulta que detrás de cada patrón –de belleza, del gusto, de la moda– hay una portentosa industria a la espera de nuevos ejércitos de consumidores.
¿Cuál es el desenlace trágico? Las frustraciones y los complejos van en aumento, como la compulsiva inconformidad consigo mismo y el desesperado esfuerzo para no quedarse fuera de esta nueva “normalidad” inducida. Ya nadie niega la existencia de depresiones y demás enfermedades originadas en el silogismo diabólico de nuestra época: consumo, luego existo.
No hay pedagogía más devastadora que esta. Antes de que pueda satisfacer con sus propios recursos los deseos de un consumidor adulto, el niño es un parásito que delega en sus padres la obligación de adquirir aquello que le han estado “vendiendo” como necesario. El niño se mira en el espejo de otros niños.
El consumidor adulto de hoy fue un niño sin voluntad ni poder adquisitivo formado frente al televisor. Su mente se moldeó para divertirse y jugar, pero también para tener cosas. Allí estará el origen de satisfacciones y frustraciones, vacíos o adicciones.
Si algún gobierno responsable se tomara en serio el sistema de sofisticada manipulación que acompaña al espectáculo televisivo, regularía al máximo o prohibiría la emisión de publicidad en las franjas infantiles. En su lugar, le daría más sentido al carácter desinteresado del juego y el entretenimiento. Pero los niños no solo ven espacios infantiles.
El niño que aprende a desear frente al televisor no sabe que, para responder a las frustraciones que produce no poder adquirir el objeto original del deseo, el mercado se llenó de sucedáneos y copias. Tampoco sabe que el mundo se divide hoy entre las humildes mayorías que adquieren la copia y las arrogantes minorías que compran el original.
¿Han escuchado ustedes a niños que se aprenden de memoria los anuncios que ven en la televisión? ¿Los han escuchado cantar la música fácil y pegajosa de algún anuncio, repetido incesantemente para que se grabe como tatuaje en la memoria?
Frente a la tele, los niños no solo consumen entretenimiento. Tragan imágenes publicitarias. Es posible que, al principio, un niño no sepa separar el relato recreativo de las pausas comerciales. Si se le programaran horas de sugestivas promociones publicitarias, editadas con los efectos tecnológicos de, por ejemplo, los dibujos animados, el niño convertiría aquellas imágenes en otra forma de entretenimiento.
Cuando los niños consiguen separar las imágenes del entretenimiento de las imágenes de la publicidad, ya han hecho el rápido aprendizaje que los convierte en consumidores. El mundo de los deseos representado en la pantalla está fuera, esperando en las vitrinas de los almacenes. La publicidad, ese maestro insidioso y recursivo, se ha instalado en casa como el enemigo más sutil del presupuesto y la armonía familiar.
La publicidad que acompaña las imágenes del espectáculo televisivo no se limita a fabricar deseos entre sus jóvenes espectadores. Les repiten que el deseo puede satisfacerse, que de la satisfacción de ese deseo (tener esas zapatillas, ese morral, esa camiseta de marca) dependen muchas cosas: la identidad personal, las relaciones con los demás, el lugar que ocuparán en la sociedad, la manera como serán mirados, aceptados o rechazados.
Patrones de la moda, patrones de belleza, patrones del gusto. Cada uno de los capítulos –omnipresentes en los anuncios del espectáculo televisivo y los medios de comunicación de masas– ha tenido muchas veces un desenlace trágico. Resulta que detrás de cada patrón –de belleza, del gusto, de la moda– hay una portentosa industria a la espera de nuevos ejércitos de consumidores.
¿Cuál es el desenlace trágico? Las frustraciones y los complejos van en aumento, como la compulsiva inconformidad consigo mismo y el desesperado esfuerzo para no quedarse fuera de esta nueva “normalidad” inducida. Ya nadie niega la existencia de depresiones y demás enfermedades originadas en el silogismo diabólico de nuestra época: consumo, luego existo.
No hay pedagogía más devastadora que esta. Antes de que pueda satisfacer con sus propios recursos los deseos de un consumidor adulto, el niño es un parásito que delega en sus padres la obligación de adquirir aquello que le han estado “vendiendo” como necesario. El niño se mira en el espejo de otros niños.
El consumidor adulto de hoy fue un niño sin voluntad ni poder adquisitivo formado frente al televisor. Su mente se moldeó para divertirse y jugar, pero también para tener cosas. Allí estará el origen de satisfacciones y frustraciones, vacíos o adicciones.
Si algún gobierno responsable se tomara en serio el sistema de sofisticada manipulación que acompaña al espectáculo televisivo, regularía al máximo o prohibiría la emisión de publicidad en las franjas infantiles. En su lugar, le daría más sentido al carácter desinteresado del juego y el entretenimiento. Pero los niños no solo ven espacios infantiles.
El niño que aprende a desear frente al televisor no sabe que, para responder a las frustraciones que produce no poder adquirir el objeto original del deseo, el mercado se llenó de sucedáneos y copias. Tampoco sabe que el mundo se divide hoy entre las humildes mayorías que adquieren la copia y las arrogantes minorías que compran el original.
___________________
Columna publicada en el periódico El Tiempo, el miércoles 22 de mayo del 2013.
Cartones de Gárzon
La tecnología, la comunicación interpersonal y la sociedad de consumo tambien son temas analizados por el dibujante colombiano Alfredo Garzón, hermano del periódista Jaime Garzón asesinado en 1999. Las siguientes ilustraciones de opinión se tomaron prestadas del el periódico El Espectador, en donde se publican desde hace 30 años.
Poesía y Sociedad de consumo
Poesía de escritor chileno Óscar Hahn, ganador de muchos reconocimientos entre ellos el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2011
Sociedad de consumo
Televidente
¿Y tú, cuánto cuestas?
Documental Dirigido por el cineasta méxicano Olallo Rubio en 2007.
Cartones de Gárzon
La tecnología, la comunicación interpersonal y la sociedad de consumo tambien son temas analizados por el dibujante colombiano Alfredo Garzón, hermano del periódista Jaime Garzón asesinado en 1999. Las siguientes ilustraciones de opinión se tomaron prestadas del el periódico El Espectador, en donde se publican desde hace 30 años.
Poesía y Sociedad de consumo
Fotografía tomada de www.larepublica.pe
Poesía de escritor chileno Óscar Hahn, ganador de muchos reconocimientos entre ellos el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2011
Sociedad de consumo
Caminamos de la mano por el supermercado
entre las filas de cereales y detergentes
Avanzamos de estante en estante
hasta llegar a los tarros de conserva
Examinamos el nuevo producto
anunciado por la televisión
Y de pronto nos miramos a los ojos
y nos sumimos uno en el otro
y nos consumimos
entre las filas de cereales y detergentes
Avanzamos de estante en estante
hasta llegar a los tarros de conserva
Examinamos el nuevo producto
anunciado por la televisión
Y de pronto nos miramos a los ojos
y nos sumimos uno en el otro
y nos consumimos
Televidente
Aquí estoy otra vez de vuelta
en mi cuarto de Iowa City
tomo a sorbos mi plato de sopa Campbell
frente al televisor apagado
la pantalla refleja la imagen
de la cuchara entrando en mi boca.
Y soy el aviso comercial de mí mismo
que anuncia nada a nadie.
en mi cuarto de Iowa City
tomo a sorbos mi plato de sopa Campbell
frente al televisor apagado
la pantalla refleja la imagen
de la cuchara entrando en mi boca.
Y soy el aviso comercial de mí mismo
que anuncia nada a nadie.
¿Y tú, cuánto cuestas?
Documental Dirigido por el cineasta méxicano Olallo Rubio en 2007.