- Autor
- Yolanda Reyes
Todo comienza en una habitación iluminada por una lamparita, con alguien que nos cuenta un cuento. O más atrás, con una voz que nos arrulla cuando aún no tenemos las palabras. A diferencia de los otros mamíferos, la historia de la especie humana parece corroborar aquella vieja frase: "en el comienzo era el verbo".
Nos marcan con un nombre, entre la infinidad de nombres, al que le vamos dando cara, lentamente, y nos entregan unos apellidos que amarran el pasado y el presente y que legaremos al futuro. Quizás por ser parte de una saga escrita con palabras, necesitamos ser nutridos, no solo con leche, sino con esas envolturas -historias, cuentos y poemas- que logran reunir a los que están llegando con los que llegaron hace tiempo y con los que ya se fueron.
Tal vez leer es asistir a una conversación entre los que están -aquí y ahora-, los que viven lejos o murieron y los que vivirán cuando no estemos. Para evitar quedarse solos y librados a su suerte, entre esos monstruos que pueblan las infancias, los niños piden un cuento y otro y otro... Además del contenido de la historia, los cuentos y la voz son el pretexto para mantener a los seres queridos literalmente sujetos entre en esa urdimbre de palabras que dan cuenta de la odisea por construir sentido. Quizás cuando crecemos seguimos leyendo para revivir ese ritual, ese triángulo amoroso que cada noche unía tres vértices: un niño, un libro y un adulto.
- Publicación
- eltiempo.com
- Sección
- Editorial - opinión
- Fecha de publicación
- 2 de mayo de 2011